domingo, 22 de enero de 2017

El "procés" y la psiquiatría. (II)



Utopía es el nombre de la Isla imaginada, a principios del siglo XVI, por Tomás Moro dotada de un sistema político, social y legal perfecto. A buen seguro que el que fuera lord canciller de Enrique VIII tenía facultades prognósticas y al escribir su famosa Utopía pensaba en una tierra situada en el Noreste de la península Ibérica en el que cinco siglos más tarde su sueño cristalizaría, una vez superado el periodo de Distopía (sociedad de características negativas causantes de la alienación humana).

Estamos, por consiguiente, en la isla Distopía y la mitad de sus habitantes padece alienación (Pérdida o alteración de la razón o los sentidos).

Un politólogo escocés simpatizante del nacionalismo, Tom Nairn, ha escrito:

“El “nacionalismo” es la patología de la historia moderna del desarrollo, tan inevitable como la “neurosis” en el individuo, con la misma ambigüedad esencial que ésta, una capacidad semejante intrínseca para llevar a la demencia, arraigada en los dilemas de la impotencia que afectan a la mayor parte del mundo (el equivalente del infantilismo para las sociedades), y en gran medida incurable.”

Por su parte Javier Barraycoa ensayista especialista en nacionalismos declara, con ocasión de la presentación de su novela “El último catalán”

 «El nacionalismo actual es un metarrelato por definición dramático y censura la risa. En Cataluña, necesitábamos abrir una ventana para que entrar aire fresco y desdramatizar el nacionalismo. Esta es una de las intenciones de la novela: una terapia de emergencia que necesitamos todos los catalanes y el resto de españoles. El nacionalismo es una neurosis tóxica que se transmite con facilidad» … En el proyecto de Artur Mas hay dosis de realidad y de ficción. «En él (tanto el proyecto como el personaje) todo está mezclado. Este es precisamente uno de los problemas del nacionalismo en general y de Artur Mas en particular: ya son incapaces de distinguir la realidad de lo imaginario, lo verdadero de lo falso.
Hannah Arendt decía que esta era una de las condiciones de los nuevos totalitarismos. Más en la medida que pretende acercarnos a su sueño utópico, o su pesadilla mental, va alejando a los catalanes de la realidad. Me atrevo a decir que nunca Cataluña ha estado tan descatalanizada e irreconocible. El nacionalismo mata las naciones que pretende redimir».


Hannah  Arendt, estudiosa del totalitarismo escribe que


“La fuerza que posee la propaganda totalitaria -antes de que los movimientos tengan el poder de dejar caer telones de acero para impedir que nadie pueda perturbar con la más nimia realidad la terrible tranquilidad de un mundo totalmente imaginario- descansa en su capacidad de aislar a las masas del mundo real.
La razón por la que los regímenes totalitarios pueden llegar tan lejos en la realización de un mundo ficticio y trastornado es la de que el mundo exterior no totalitario, que siempre comprende una gran parte de la población del mismo país no totalitario, incurre también en el error de confundir sus deseos con realidades y elude la realidad frente a la auténtica locura de la misma manera que las masas la eluden frente al mundo normal. “

Si a la mezcla de irracionalismo, racismo, supremacismo y demás adornos  con que se engalana el nacionalismo le sumamos características personales de sus voceros, principalmente el pesebrismo o mamandurria nos resultan memeces como las siguientes:

En un programa televisivo emitido el 19-10-14 ese lumbreras que responde al nombre de Oriol Junqueras -también conocido como Junqui, Quasimodo, Adonis etc-, descendiente directo del neandertal de la cueva del Gigante de Sitges sostiene que

“Si los ciudadanos catalanes toman la responsabilidad de sus propias decisiones le iría mejor a Catalunya, por lo que incrementaría la actividad económica catalana y, por consiguiente, la economía de sus socios como España podría mejorar".

Las falacias contenidas en la frase son de manual. Junqui no aporta prueba alguna que acredite que los ciudadanos catalanes son mejores administradores de la “cosa pública” y en cualquier caso la actividad económica no depende exclusivamente del talante de los gestores públicos, salvo en el nazismo y en el comunismo y desde luego una Cataluña independiente tendría mucha menor actividad económica que en la actualidad ya que perdería mercados por razones arancelarias, económicas y sociopolíticas.  La prepotencia del ignorante Junqueras provoca alipori.

Otro que tal baila es Ferran Mascarell, nacionalista tránsfuga desde el Partido Socialista, historiador aficionado que se limita a imputar a la sociedad española las lacras que padecen los catalanes. Vean:

"Partimos de que el problema principal que tiene la sociedad española es la baja calidad de su Estado, que además ha ido empobreciéndose en los últimos 20 años después del salto que se dio en los primeros años del posfranquismo", explica Mascarell en su despacho. Insiste en que en España se ha enquistado un sistema que es "la suma de intereses entre las direcciones de los partidos políticos y altísimos funcionarios de la Administración pública" y que es imposible de reformar sin una implosión como la que supondría la independencia de Cataluña.
"La posible salida de Cataluña significaría refundar el Estado español, que es justo lo que necesitan los españoles. Necesitan un Estado refundado de mayor calidad, que no esté destinado a la preservar la unidad sino a ofrecer bienestar. Los estados contemporáneos no se justifican por su unidad, sino por su capacidad de dar bienestar a los ciudadanos en lugar de instalarse en conceptos abstractos y sin contenido", argumenta.

"Los españoles también tienen mucho que ganar con la independencia de Cataluña". La frase resume el mensaje que la Generalitat presenta en Madrid estos días, calentando motores argumentales para el clima que se vivirá este otoño, fecha en la que tienen pensado celebrar un referéndum vinculante. El delegado del Govern en la capital de España, el exsocialista Ferran Mascarell, tiene en fase de correción un libro ('Lo que nos estamos perdiendo') que versa precisamente de eso. Y el propio Centro Cultural Blanquerna organizó este invierno un encuentro para debatir la idea.
La tesis va un paso más allá, al enfatizar la hermandad "entre ambos pueblos" como un argumento proindependentista. "Parto de la idea de que entra la sociedad española y la catalana no hay un problema de fondo, no hay un problema cultural, no hay un problema social de ninguna naturaleza, sino un problema político. En cuanto resolvamos el problema político habrá más cooperación entre las gentes de Cataluña y España. ¿Por qué no somos capaces de pensar en todo lo que tenemos en común y todo lo que nos conviene hacer conjuntamente?", se pregunta Mascarell.

El discurso es idéntico: supremacismo, paternalismo, sofismas, medias verdades, mendacidades sin número.


¡¡Locos de atar¡¡.

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