Cualquier
ciudadano mínimamente informado en cuestiones políticas sabe que el equivalente
portugués al Partido Popular español se llama Partido Socialdemócrata, fundado
en su día por el malogrado Sá Carneiro. Asimismo nuestro ilustrado lector sabe que a finales del siglo XIX, en la ciudad
de Minsk se celebró el Congreso fundacional del Partido Socialdemócrata Ruso.
Lenin estaba en Siberia, deportado, y no
pudo asistir. Si lo hizo al Segundo Congreso que tuvo lugar en Bruselas donde
se configuraron dos tendencias ideológicas, una, la mayoritaria (Bolchevique en
ruso) y otra minoritaria (Menchevique en ruso). El resto de la historia ya es
conocida pero para lo que aquí interesa destaquemos que, en sus orígenes el
Partido Comunista Ruso se llamaba Socialdemócrata y el Partido de la Derecha
portuguesa se llama, así mismo, Socialdemócrata, por lo que, en puridad, puede
afirmarse que tanto Lenin como Sá Carneiro eran políticos socialdemócratas, pero ¿Marx socialdemócrata?: “ámos anda” que dicen los castizos.
Pablo
Iglesias II es la caraba, no solo ha acabado
con la lucha de clases –dicho sea en términos nominalistas- suprimiendo
el Eje derecha-izquierda en la mejor tradición de Gonzalo Fernández de la Mora
(El ocaso de las ideologías) o Francis Fukuyama
(El fin de la historia) sino que manipula conceptos, ideologías, personajes
etc en un totum revolútum propio de los demagogos. Por ahora la última
perla ha sido reivindicar, más o menos veladamente, el Peronismo.
Es
cierto que estamos en la época de la imagen, de las tecnologías de la comunicación, de las encuestas, de la
indigencia intelectual en materia política etc y ello puede explicar que la
Derecha de toda la vida utilice todos estos medios para engatusar al personal y
que éste olvide los estropicios que le ha ocasionado. Pero que gentes que proponen en sus programas medidas propias
de la Izquierda recurra a la mercadotecnia electoral como hace Donald Trump me
parece deplorable porque fomenta el pensamiento acrítico, cuando la
seña de identidad del pensamiento filosófico materialista es la razón crítica. Estamos pues en
presencia de un palmario supuesto de corrupción: la información preelectoral o
es pedagógica o es propaganda y en el caso que nos ocupa es lo segundo.
Cualquier procedimiento es bueno y se
justifica por el fin: la conquista del poder parece ser el lema de este grupo
de amiguetes a los que se les suponía una formación académica en materia
política, supuesto que en el transcurso del tiempo se ha comprobado inexistente
y que les ha obligado a continuas rectificaciones para adaptarse a la realidad
y pescar en caladeros de peces tan indignados como desinformados.
En “entradas” anteriores me he manifestado hasta la saciedad
sobre izquierda y nacionalismo, interrogándome sobre la razón última de que un
detritus ideológico como el nacionalismo, unos métodos de implantación
claramente facistoides etc. hayan podido atraer a gentes que se reclamaban de izquierda.
Algún autor (Javier Corcuera Atienza) ha escrito sobre la “nacionalización del
antifranquismo” y mi admirado Martín
Alonso sostiene que “Una parte de la izquierda no ha salido de este acné
juvenil y sigue confundiendo Madrid y el castellano con Franco, y las capitales
del nacionalismo periférico y las lenguas propias con Icaria. Y el derecho a
decidir de las comunidades VIP con los derechos sociales de la gente corriente”
Lo primero, para los nacionalistas y sus compañeros de viaje dizque
izquierdistas, es el Estado propio no las medidas sociales, tesis que sintetizó
de forma impecable ese sedicente filósofo, exsocialista y feo de cojones que
responde al nombre de Xavier Rubert de Ventós cuando escribió “Cataluña
es un país económicamente rico pero políticamente pobre”.
Ese hermanamiento o mejor, coyunda, entre izquierda y nacionalismo en la que la
corrupción intelectual de éste ha conseguido envilecer los planteamiento doctrinales
de aquélla es perfectamente detectable en esta “nueva” (sic) izquierda que
pretende conseguir el poder por procedimientos espurios: hay que ser muy
zoquete para no darse cuenta que los reyezuelos de las nuevas Taifas
(Colau-Pisarello, Oltra, Beigas et alií)
harán ingobernable el País al grito de ¿Qué hay de lo mío? Y en el
no deseado supuesto de que estos indigentes intelectuales consigan el poder no
tendrán más remedio que atender la voracidad de todos esos personajes si quieren obtener
apoyo parlamentario para medidas sociales.
Esta no es mi izquierda y en consecuencia me abstendré, una
vez más de acudir a votar el 26 de junio, cuestión ésta, la de nacionalismo e
izquierda, sobre la que volveré más adelante.
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