Dejó escrito el maestro Delibes en su “Cartas de amor de un
sexagenario voluptuoso” que “para
ejercer de periodista no se va a necesitar más que un bolígrafo y caradura”. El
protagonista del precioso texto era un periodista jubilado y criticaba la falta de elemental cultura que
poseen las nuevas generaciones de periodistas. Mutatis mutandis lo mismo
podría afirmarse de muchos políticos de la última hornada. Es suficiente
cambiar bolígrafos por “Tablets” y listo. Lo importante es, sin duda, la
caradura y, por consiguiente, es preciso interrogarse si el caradura ¿nace o se
hace? ¿hay caraduras fuera de los media
y de la política? ¿Hay caraduras
masculinos y caraduras femeninas? Veamos.
El DRAE se limita a decirnos que es sinónimo coloquial de
descarado o sinvergüenza. El María
Moliner es algo más explícito y lo
equipara, también, a cínico, aplicado al
individuo que comete actos vergonzosos, particularmente mentir, sin ocultarse y sentir vergüenza por ellos. Creo que con el
tiempo algún Diccionario definirá a el/la caradura como aquella persona que
habiendo sido cogida con el carrito de los helados permanece impertérrito/a y lo
más que dice es: “Lo puedo explicar todo”.
Siempre me hizo gracia la expresión “coger con el carrito de
los helados” y busqué su significado
durante tiempo hasta que he encontrado una explicación, al menos, graciosa:
tal vez podría encajar como referente de la
dichosa frasecita si se relaciona su posible origen con una escena de la
célebre película Un día en las carreras que, protagonizada por los hermanos
Marx, muestra a uno de ellos (Chico) con un carrito de helados frente a las
taquillas de apuestas de un hipódromo. Pero en el carrito no había helados,
sino libros, guías y claves que se supone revelan los ganadores de las
distintas carreras y que Chico va vendiendo sucesivamente a Groucho hasta que
éste se da cuenta de la estafa, mientras que el del carrito del helado se hace
con el dinero suficiente para apostar y ganar. Groucho coge a Chico “con el
carrito de los helados”.
Dª María se queda corta, a mi juicio, al circunscribir a la
mentira el “territorio” en el que se mueve el/la caradura. ¿Recordáis los 7
pecados capitales? ¿No puede ser calificado de caradura aquel/aquella que es
perezoso/a y “enreda” a las gentes que tienen la desgracia de convivir con
él/ella para que le hagan todo tipo de
trabajos, encargos personales, domésticos, profesionales etc.? Y si
quieres orden y limpieza domésticos, ya sabes, nuestro/a caradura remoloneará
hasta que otro/a le haga la faena.
Y qué me decís del avaricioso, tacaño, miserable, rácano o “rata”.
No me estoy refiriendo a la persona ahorradora, que optimiza sus ingresos, que
guarda para el futuro etc. No, me refiero a la versión gorrona del Avaro, esto
es, el/la Aprovechado/a. Estos especímenes son, a mi juicio, los caraduras por
antonomasia, están en el grupo de élite de los “jetas” porque medran en el patrimonio del congénere, patrimonio conseguido, las más
de las veces, con trabajo y esfuerzo de los cuales nuestro personaje se
aprovecha absteniéndose, por ejemplo, de pagar la factura de la comida a la que
invitó al ahora “pagano” o su ronda de “vinos” en la cuadrilla etc.
Antes de volver con los caraduras en Política quiero referirme una clase especial de avariciosos a
los que denomino “Caraduras incoherentes”. Me explico.
Cada vez que escucho a alguien iniciar una frase con un “Yo
no soy racista, pero…” me echo a temblar y por ello no voy a iniciar mi argumentación con un “Yo no soy machista pero…”
“Lo mío” es más simple: creo en que las clases oprimidas deben emanciparse y
dentro de la clase trabajadora, las mujeres deben, además, hacerlo respecto del yugo que supone el sometimiento al varón,
de la discriminación laboral, salarial, de tareas domésticas, de cuidado de niños
y ancianos y de tener que estar “dispuesta” para cuando al maromo le da el
cariñoso.
Lo anterior no es óbice para tenga que considerar a esas
mujeres que habiendo obtenido la emancipación económica –la principal- y
declarándose feministas hasta el tuétano continúan con su papel de víctimas de
los hombres, dejándose obsequiar con toda suerte de regalos, invitaciones,
viajes etc. Aún en supuestos de tener superiores ingresos que el San Paganini
de turno. Hay otras que rechazando todo
tipo de normativa sobre discriminación positiva a favor, claro, de la mujer, a
la hora del reparto del caudal familiar ignoran que su magra aportación ha devenido
suculento pastón. Son, en otros términos, mujeres machistas toda vez que tratan
de perpetuar el sistema de “protección” cuando las circunstancias han cambiado.
Un claro ejemplo de coherencia. ¡¡caraduras¡¡
Volveré con los políticos.
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