viernes, 1 de abril de 2016

Caraduras I.



Dejó escrito el maestro Delibes en su “Cartas de amor de un sexagenario voluptuoso”  que “para ejercer de periodista no se va a necesitar más que un bolígrafo y caradura”. El protagonista del precioso texto era un periodista jubilado y  criticaba la falta de elemental cultura que poseen las nuevas generaciones de periodistas. Mutatis mutandis lo  mismo podría afirmarse de muchos políticos de la última hornada. Es suficiente cambiar bolígrafos por “Tablets” y listo. Lo importante es, sin duda, la caradura y, por consiguiente, es preciso interrogarse si el caradura ¿nace o se hace? ¿hay caraduras fuera de los media y de la política?  ¿Hay caraduras masculinos y caraduras femeninas? Veamos.
El DRAE se limita a decirnos que es sinónimo coloquial de descarado o sinvergüenza.  El María Moliner es algo más explícito y  lo equipara, también,  a cínico, aplicado al individuo que comete actos vergonzosos, particularmente mentir, sin ocultarse  y sentir vergüenza por ellos. Creo que con el tiempo algún Diccionario definirá a el/la caradura como aquella persona que habiendo sido cogida con el carrito de los helados permanece impertérrito/a y lo más que dice es: “Lo puedo explicar todo”.
Siempre me hizo gracia la expresión “coger con el carrito de los helados”  y busqué su significado durante tiempo hasta que he encontrado una explicación, al menos, graciosa:  tal vez podría encajar como referente de la dichosa frasecita si se relaciona su posible origen con una escena de la célebre película Un día en las carreras que, protagonizada por los hermanos Marx, muestra a uno de ellos (Chico) con un carrito de helados frente a las taquillas de apuestas de un hipódromo. Pero en el carrito no había helados, sino libros, guías y claves que se supone revelan los ganadores de las distintas carreras y que Chico va vendiendo sucesivamente a Groucho hasta que éste se da cuenta de la estafa, mientras que el del carrito del helado se hace con el dinero suficiente para apostar y ganar. Groucho coge a Chico “con el carrito de los helados”.

Dª María se queda corta, a mi juicio, al circunscribir a la mentira el “territorio” en el que se mueve el/la caradura. ¿Recordáis los 7 pecados capitales? ¿No puede ser calificado de caradura aquel/aquella que es perezoso/a y “enreda” a las gentes que tienen la desgracia de convivir con él/ella para que le hagan todo tipo de  trabajos, encargos personales, domésticos, profesionales etc.? Y si quieres orden y limpieza domésticos, ya sabes, nuestro/a caradura remoloneará hasta que otro/a le haga la faena.

Y qué me decís del avaricioso, tacaño, miserable, rácano o “rata”. No me estoy refiriendo a la persona ahorradora, que optimiza sus ingresos, que guarda para el futuro etc. No, me refiero a la versión gorrona del Avaro, esto es, el/la Aprovechado/a. Estos especímenes son, a mi juicio, los caraduras por antonomasia, están en el grupo de élite de los “jetas”  porque medran en el patrimonio  del congénere, patrimonio conseguido, las más de las veces, con trabajo y esfuerzo de los cuales nuestro personaje se aprovecha absteniéndose, por ejemplo, de pagar la factura de la comida a la que invitó al ahora “pagano” o su ronda de “vinos” en la cuadrilla etc.
Antes de volver con los caraduras en Política quiero  referirme una clase especial de avariciosos a los que denomino “Caraduras incoherentes”. Me explico.

Cada vez que escucho a alguien iniciar una frase con un “Yo no soy racista, pero…” me echo a temblar y por ello no voy a iniciar mi  argumentación con un “Yo no soy machista pero…” “Lo mío” es más simple: creo en que las clases oprimidas deben emanciparse y dentro de la clase trabajadora, las mujeres deben, además, hacerlo respecto del yugo que supone el sometimiento al varón, de la discriminación laboral, salarial, de tareas domésticas, de cuidado de niños y ancianos y de tener que estar “dispuesta” para cuando al maromo le da el cariñoso.
Lo anterior no es óbice para tenga que considerar a esas mujeres que habiendo obtenido la emancipación económica –la principal- y declarándose feministas hasta el tuétano continúan con su papel de víctimas de los hombres, dejándose obsequiar con toda suerte de regalos, invitaciones, viajes etc. Aún en supuestos de tener superiores ingresos que el San Paganini de turno.  Hay otras que rechazando todo tipo de normativa sobre discriminación positiva a favor, claro, de la mujer, a la hora del reparto del caudal familiar ignoran que su magra aportación ha devenido suculento pastón. Son, en otros términos, mujeres machistas toda vez que tratan de perpetuar el sistema de “protección” cuando las circunstancias han cambiado. Un claro ejemplo de coherencia. ¡¡caraduras¡¡

Volveré con los políticos.

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