Cuando en 1964 vine a Barcelona, porque me salió de las pelotas, en mi ingenuidad, creía en el oasis de libertad que Cataluña -imaginada- suponía para muchos "progres" de Madrid y alrededores. Constaté el poder de Iglesia, de los capitalistas rapaces, de sus terminales mediáticos, de los que se aprovechaban del Régimen etc (La venida ese año de Franco a Barcelona reunió a mas gente que esa milonga de la Vía Catalana)-. Conclusión: el componente totatilario, nazifascista de los nacionalismos es cuestión de grado, de oportunidad, de circunstancia histórica. Para más detalles véanse programas de mano.
Dicho lo anterior quiero traer un fragmento de un texto-cargado de rigor e ironía- de un brillantísimo intelectual británico sobre ese dislate intelectual que hemos dado en llamar nacionalismo.
Voilá¡¡
Terry
Eagleton
El
nacionalismo y el caso de Irlanda
La
Ilustración y sus secuelas románticas dieron lugar a dos doctrinas que se
distinguen únicamente por la letra s*. La primera consistía en que el pueblo
(people) tenía derecho a la autodeterminación; la segunda en que los pueblos
(peoples) contaban con este derecho. La primera creencia es la piedra angular
de la democracia moderna, y desde luego del socialismo; la segunda es un
ejemplo de mistificación romántica, lo que no ha evitado que buena parte de la
izquierda política la hiciera suya. Tampoco su fundamentación filosófica ha recibido
mucha atención en la literatura común acerca nacionalismo.
No
hay nada en el hecho de ser irlandés o tibetano que implique que se tenga un
derecho político a la autodeterminación precisa mente por ser irlandés o
tibetano, a no ser en la medida en que ser irlandés o tibetano significa ser
humano, lo que permite disfrutar de un derecho a la autodeterminación sobre
tales bases. Los irlandeses qua irlandeses no tienen más derecho a la
autodeterminación que los pecosos, los pelirrojos o los patizambos. Hasta el
momento, ni los golfistas ni los tenderos han exigido un Estado político
propio, y la gente de Cornualles qua de Cornualles tendría tanta legitimidad natural
para ello como los anteriores.
Puede
que existan determinadas condiciones extremas –la amenaza de genocidio, por
ejemplo– que justifiquen que un grupo étnico cuente con su propio Estado, pero
por regla general no hay que dejarse llevar por los casos extremos. Más
adelante consideraremos otras condiciones menos extremas. Puede darse el caso
de que se pertenezca a una comunidad política que coincida territorialmente con
un grupo étnico específico, pero el derecho de autodeterminación de dicha
comunidad es una cuestión política, y no una cuestión que venga dada por la
etnicidad. Una persona étnicamente escocesa no está indiscutiblemente
legitimada para participar en una futura Escocia autodeterminada si ha optado
por permanecer en Tasmania como residente. La gente tiene derecho a afirmar su
identidad étnica pero no existe en principio ninguna razón que implique que
para hacerlo necesiten formar su propio Estado. En cualquier caso, el derecho a
la libre autoexpresión cultural, para que sea disfrutado igualitariamente por
todos los grupos étnicos, supone en sí mismo un compromiso previo con ciertos
valores universales de justicia, igualdad, autonomía y otros por el estilo. Y
dicha autoexpresión cultural está limitada asimismo por los derechos políticos
de los demás. Con el debido respeto a buena parte del pensamiento postmoderno
que, en este sentido, no se asemeja más que a un ingenuo libertarianismo romántico,
la autorrealización cultural no es un bien absoluto en sí mismo, si, por
ejemplo, un caso particular de ésta amenaza el marco democrático que asegura
dichos derechos para todo el mundo. También en este sentido, la política está
por encima de la cultura.
Lo del Terry este es perfecto y vale para todos los nacios. A ver si lo leen y piensan por si mismos y no como masa nazional.
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