domingo, 6 de noviembre de 2016

El Catalanismo: del éxtasis al desastre (I)


No recuerdo en cuál de las “entradas” que escribí al inicio del “procés” (p. prusés) hacía un vaticinio: el tal “procés” concluiría con un alto grado de frustración, fruto de la impotencia y de la ausencia de sentido del ridículo. La Transición catalana hacia Neverland (País de nunca jamás, en castellano) terminará en El Desencanto, (“No és això, companys, no és això”, Tornarem a lluitar etc). Tratando de evitar cualquier forma de voluntarismo y procurando no confundir deseos con realidades me parecen evidentes los primeros indicios de “crisis” en el seno el Movimiento Nacional Catalán, indicios que pronto, muy pronto se harán mucho más patentes y aquí estaré para recogerlos en una nueva “etiqueta” que todavía no tiene título: lo de “Crónica de un desencanto anunciado” me parece poco original y “Gabo” podría enfadarse en el más allá. “El desencanto” solo hay uno, el de Jaime Chabarri. Así que no sé …… quizá “Del éxtasis al desastre”. Suena algo melodramático para unos sucesos que no pasan de la categoría de sainete, con mucho de astracanada y aburrido como polvo conyugal. Con carácter provisional ahí queda este marbete.

En varias ocasiones me he referido a la atribución en el aumento de independentistas a Rajoy hecha por gentes de todo el espectro político y no solo en Cataluña. Recuerdo una desafortunada intervención en ese sentido de Hernando, Portavoz en el Congreso del grupo Socialista, con Sánchez y después de Sánchez. Cuando algún independentista me lo ha dicho personalmente he respondido con ironía esgrimiendo la acreditada torpeza de los políticos catalanes para gobernar, toda vez que necesitan externalizar ese “trabajo” consustancial a todo nacionalismo que se precie. Si el debate continúa suelo rematar la discusión con una pregunta cargada de malicia: “Y Franco ¿Cuántos independentistas hizo Franco? Cuando el dictador murió había catalanistas, pero salvo el racista asqueroso de Barrera, no había independentistas. En cualquier caso, el “argumento” que esgrimen -hacer independentistas- contesta a la pregunta ¿el independentista nace o se hace? Se hace, evidentemente y de forma deliberada y no como reacción a una situación de opresión o ¿La sociedad catalana, el conjunto de la ciudadanía, está más oprimida ahora que cuando Franco?
¿Su P.I.B y nivel de vida, en general, eran mejores entonces o lo son ahora? ¿Con Franco la docencia, ¿la Administración pública y los rótulos de los comercios, por poner solo tres ejemplos, se hacían en catalán o en castellano?  ¿Cuándo venía Franco a Barcelona se le silbaba o se le aplaudía, se quemaban sus retratos o se le rendía empalagosa pleitesía?  Los ejemplos son infinitos.


Las gentes de Convergencia, autonomistas ellos, nada revolucionarios y miedosos como todo burgués que por tal se tenga han jugado a Aprendices de Brujo. Sin pretenderlo han abierto la Caja de Pandora y ahora no pueden cerrarla y además la llave la tienen gentes a las que “les canta el alerón” que dicen los castizos y no parece que quieran soltarla.

El control de la educación-adoctrinamiento, del tejido asociativo, de los medios de comunicación etc ha desembocado en una situación que bien pudiera calificarse de Banalización del Nacismo, tal como lo hacen los chicos de “Catalibanes”, situación que en síntesis consiste en:
Acusación contra quienes, públicamente, señalan presuntas coincidencias entre las tácticas de propaganda y actuación del nacionalismo catalán y el Nazismo fetén de Hitler (formación de mosaicos humanos, desfiles nocturnos con antorchas, politización del deporte, culto a la simbología, apelación a los instintos primarios y a la emotividad de las masas, dogmatismo, victimismo, maniqueísmo, etnicismo, tribalización de la sociedad, apropiación del concepto de patria, criminalización de los disidentes señalándoles como enemigos del pueblo, adoctrinamiento escolar, ideologización de la infancia, adulteración de la historia, forja de una mitología a conveniencia, manipulación informativa, control de los medios de comunicación, conculcación de derechos y libertades, desacato de la legalidad y de las decisiones judiciales, destrucción del Estado desde dentro tras servirse de las urnas para conquistar el poder, imperialismo, anexión de territorios incluidos en la fabulación bautizada con el nombre de Països Catalans etc.), en definitiva: El éxtasis del catalanismo. Ahora se empieza a dibujar el horizonte el desastre que deseo sea de tal grado que, al menos, sirva para intentar restañar alguna de las profundas heridas que dejarán en Cataluña y respecto del resto de españoles






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