lunes, 15 de agosto de 2016

Golpe de Estado "a la catalana" XVI. Mindundis protogolpistas 6. Marta Pascal La Pasionaria de CDC





Hoy  me cabe el honor, tengo el orgullo y el privilegio de traer ante Vds, queridos míos, a todo un personaje. Nada más ni nada menos que a la Coordinadora de Convergencia Democrática de Cataluña –hasta que no esté registrada la Convergencia-bis o PDC, la llamaré por su nombre oficial-. Responde al nombre de Marta Pascal Capdevila. Coordina lo que su “baranda” Mas le dice y tengo el pálpito que a estas horas se debe haber llevado una bronca de dimensiones catedralicias por sus declaraciones a El Pais,  declaraciones que reproduzco en lo menester de inmediato, no sin antes señalar que la señorita Pascal Capdevila es una joven vigatana (de Vic, capital de la comarca de Osona, tierra de carlistones) al que su “cultureta” política le ha jugado una mala pasada ya que, sin querer, sostiene tesis marxistas, como luego demostraré.
He aquí el titular que encabeza las declaraciones y que por su elocuencia nos ahorra reproducir el resto:
“Formar parte del Estado no es rentable para los catalanes”

¿Recuerdan vuesas mercedes el titular del editorial conjunto de  los doce periódicos subvencionados por el Gobierno de la Generalitat  con domicilio social en Cataluña publicado el 26 de noviembre de 2009? Era “Por la dignidad de Cataluña”. Miren Vdes por dónde la buena de la Srtª Pascal les enmienda la plana: La independencia de Cataluña  no es un problema de dignidad,  ni de la de la mitad de sus habitantes, ni de la del lucero del alba, la independencia es una cuestión de rentabilidad económica y de esto entendían un montón Marx y su amigo Engels que sostenían que  la  superestructura es el  conjunto de los fenómenos jurídico-políticos e ideológicos y las instituciones que los representan. El estado, el derecho, las ideologías, las religiones, las manifestaciones artísticas, etc., son hechos sociales que se inscriben en el contexto de la superestructura de una determinada sociedad. La base económica (infraestructura) de la sociedad determina siempre la superestructura.  Para estudiar la sociedad no se debe partir de lo que los hombres dicen, imaginan o piensan, sino de la forma en que producen los bienes materiales necesarios para su vida. La determinación de la superestructura por la infraestructura no debe entenderse como una determinación mecánica, sino que como una determinación de última instancia; vale decir, que las condiciones económicas finalmente determinan, pero las otras instancias de la sociedad desempeñan también un papel.  O sea que “la pela es la pela”. Y este territorio es muy resbaladizo –de ahí la bronca que se habrá llevado- porque la dignidad no es mensurable pero el dinero sí. En otros términos: si acreditamos que en estos últimos 300 años las fases de crecimiento económico de Cataluña han sido debidas, principalmente, a la actividad proteccionista y/o desarrollista del Gobierno de “Madrit”, el problema de fondo aparecerá con toda su crudeza: como en tantas ocasiones a lo largo de la historia la milonga de la independencia es un  espantajo que la burguesía catalana y sus palmeros/cuates/mariachis agitan para obtener  ventajas de naturaleza económica y como necesitan a la gente para “meter presión”  la movilizan y embaucan  con mitos, identidades, promesas irrealizables, falacias, mentiras  sin cuento, fabricando identidades parafascistas,  en fin,  ideología de clase dominante para pardillos.


Veamos.

 Es absolutamente falso de toda falsedad que el 11 de setiembre de 1714 fuera la fecha en que Cataluña perdiera su soberanía. Cataluña formaba parte del Reino de Aragón y a la muerte, sin testar, de Carlos II, apostó a caballo perdedor, porque sus motivos profundos no eran otros que  la defensa desesperada de los fueros medievales. Fueron las clases dominantes de Cataluña (alto clero, nobleza, patriciado, militares) los que iban a perder sus privilegios, privilegios que ellos, interesadamente, identificaban con la libertad de Cataluña. Como señala el gran historiador catalán Vicens Vives:

“los catalanes lucharon obstinadamente por defender su criterio pluralista en la ordenación de la Monarquía española, aun sin darse cuenta de que era precisamente el sistema que había presidido la agonía de los últimos Austrias y que sin un amplio margen de reformas de las leyes y fueros tradicionales no era posible enderezar el país. Lucharon contra la corriente histórica y esto suele pagarse caro.”



Un marxista diría que el desarrollo de las fuerzas productivas y los intereses del incipiente capitalismo demandaban unidad de mercado, supresión de aduanas interiores, uniformidad de pesos y medidas etc pero los feudales catalanes, como siempre, no se enteraron de por donde  soplaba el viento de la historia. Ahora, cuando la globalización impone la formación de grandes bloques económicos (UE por ejemplo) salen estos trasnochados pretendiendo que en Europa haya más de 100 naciones, tantas como lenguas. Siempre la misma historia. ¡¡Que gente más cazurra¡¡.

No es este  momento ni la ocasión de analizar las medidas tomadas en toda España y particularmente en  Cataluña para el fomento de la actividad económica y los resultados de esa política.  Podríamos resumir diciendo que la derrota de 1714 fue una derrota rentable para las “fuerzas vivas” catalanas. El resto, como siempre. A joderse.


Recojamos algunos testimonios:

Escribe Carlos Fernández Shaw "El siglo XVIII discurre para Cataluña bajo el signo de la expansión. Crecimiento de las fuerzas productivas, acusada movilidad social, progresiva estabilidad política tras la crisis de 1714, creatividad cultural en los distintos campos".
A fines del siglo XVIII, la población catalana había crecido un veinte por ciento más que la media española y casi un cincuenta por ciento más que la de las dos Castillas. Sus tres provincias costeras tenían una densidad de población semejante o superior al grupo, mayoritariamente periférico, de las más densas. Hacia 1787, la densidad urbana catalana era la más alta de España -duplicaba la media nacional- tras Madrid. La ciudad de Barcelona triplicó su población en el siglo XVIII, pasando de menos de 40.000 habitantes a 130.000.
Su crecimiento supera al de Madrid, el núcleo urbano más poblado de la época, y al de las principales ciudades españolas (Sevilla, Valencia, Cádiz, etc.). La densidad de población de la provincia de Barcelona se situaba también entre las altas. La extensión y la intensificación de los cultivos se dejaron ver a lo largo y ancho de la geografía catalana. En 1797, la distribución sectorial de la población activa situaba a Cataluña en cabeza -veinticinco por ciento frente a una media nacional del quince- en lo que a empleos manufactureros se refiere. Sobran los indicadores de la pujanza comercial de Barcelona y de su diversificación económicas, de las que también disfrutan las otras provincias marítimas catalanas.

Todo ello como consecuencia de medidas tales como:

La supresión de aduanas interiores entre Castilla y Aragón que  permitió el libre acceso al mercado castellano de la producción catalana.

La prohibición de importar  de terceros paises algodón en el resto de España.

Las medidas de liberación del comercio con América de 1765, 1778 y 1789 ampliaron la proyección americana de la economía de Cataluña, iniciada por Felipe V antes de la Guerra, mediante la apertura del mercado americano al Reino de Aragón.

O como resumen Pierre Vilar:

": "El 'crecimiento' observado en la parte principal de esta obra es, en el siglo XVIII, el del grupo humano catalán: número de habitantes, extensión e intensificación de los cultivos, reconquista de antiguos medios de irrigación, instalación de otros nuevos, incorporación al trabajo de una masa antes inactiva, comercialización creciente de los productos, conquista de un mercado, nacional para algunos, colonial para otros, acumulación de esos beneficios coloniales, crecimiento de diversos tipos de ingresos, inversiones productivas, creaciones productivas, aparición, a partir de capas medias de campesinos, marinos, artesanos, comerciantes, de una nueva clase dirigente, creciente peso de la región en el complejo español".

Conclusión: Para los catalanes fue rentable, muy rentable el siglo XVIII, gracias a las medidas tomadas por el Gobierno Central.

Veamos que sucedió en el siglo XIX.

Sobre la base del progreso agrario, de las manufacturas  y comercial del del siglo XVIII Cataluña se convirtió en la primera región industrial de España. El rápido despegue de la industria en este territorio se produce en las dos décadas que siguen a la Primera Guerra Carlista. Se sobrepuso al incendio, en 1835, de la Fábrica Bonaplata, la primera instalación industrial moderna en España. Bonaplata procedía de una familia de fabricantes de indianas y contaba con buenas conexiones con el Gobierno español, que apoyó su iniciativa empresarial mediante exenciones de derechos arancelarios a la importación de maquinaria y otras medidas.
Los años desde 1841 a 1857 serían los "de la revolución industrial", a juzgar por la formación de sociedades industriales en Barcelona. A mediados del siglo XIX, Cataluña, y en particular la Ciudad Condal, monopolizaba la producción del subsector más estrechamente asociado a la revolución industrial: el textil algodonero.
Para entonces, un proceso iniciado en la segunda mitad del siglo anterior había consolidado entre los industriales catalanes la idea de que "el prohibicionismo es el sistema verdaderamente nacional", español se entiende. Para Vicente Pérez Moreda: "La polémica librecambio-proteccionismo fue el debate más largo y más virulento de todos los que presenció la política económica española en el siglo XIX". Los Gobiernos de Madrid se mostraron siempre (arancel prohibicionista del Trienio Liberal y los muy proteccionistas de 1841 y 1849) sensibles a unas peticiones que unían a empresarios y trabajadores textiles catalanes. Pero no solo a las suyas, sino también a las no menos exigentes planteadas por los intereses trigueros del interior peninsular y los industriales vascos. Fue un brillante catalán,Laureano Figuerola, quien intentó sin éxito liberalizar el comercio exterior español en 1869.

Durante la Restauración, pese al "fracaso de la revolución industrial" en nuestro país que propuso Nadal, Cataluña se convertiría en la fábrica de España, al extenderse el tejido industrial más allá del subsector algodonero, llegando a incluir al textil lanero, la alimentación (harinería, chocolate y refino de aceite), el papel, el curtido, las artes gráficas, los materiales de construcción, la química y la metalurgia ligera.

Sobre esa base, la segunda revolución industrial dejó una fuerte impronta en Cataluña. Muchas destacadas empresas en los nuevos sectores de la metalmecánica (maquinaria, construcciones metálicas, material ferroviario, automóvil, aeronáutico y equipos eléctricos), la química (ácido sulfúrico, carburo, superfosfatos y rayón) y el cemento, se instalaron en Cataluña, aunque factores diversos, donde destacan el ferrocarril y la electricidad, habían ido reduciendo algunas de las ventajas competitivas de la Cataluña decimonónica y reverdecido el hasta entonces casi desértico panorama de la industria moderna en la mayor parte del resto de España. La protección del mercado nacional frente al exterior(aranceles de 1891, 1906 y 1922, impulsado este último por el catalán Cambó) se vio reforzada, especialmente en la década de 1920, por cierto activismo industrial del Gobierno español.
Todavía en pleno franquismo, como prueba la corriente migratoria desde otros puntos de España, Cataluña concentraba buena parte de la actividad industrial y gozaba de niveles de vida comparativamente elevados. La democracia, que ha venido acompañada de la descentralización, la apertura exterior, la liberalización y la progresividad fiscal asociada a la expansión del Estado del bienestar, parece haber sido menos favorable para la economía de Cataluña que otras épocas.
Quizá por ello, la hipótesis de que una Cataluña fuera de España hubiera tenido un mayor éxito económico gana adeptos entre los secesionistas. Su aceptación no debería basarse en posicionamientos políticos a priori. El ejercicio académico resultará complicado técnicamente, si alguien se atreve a hacerlo. A la espera del mismo, parece insostenible que la región haya sido expoliada secularmente por el resto de España. Esta proposición contrasta con el duradero, aunque no siempre exclusivo, liderazgo económico catalán en España. (Fuente ABC).

Parece que también en los siglos siguientes a los catalanes les ha sido rentable ser ciudadanos españoles. Incluso ahora mismo. Vean esta última noticia:

Cataluña gasta en pensiones 4.544 millones más de lo que ingresa por cotizaciones

Todas las CCAA son deficitarias, salvo Madrid y Baleares
EUROPA PRESS
ACTUALIZADO 20/09/201512:30
Los datos de ingresos por cotizaciones a la Seguridad Social y de gastos en pensiones demuestran que todas las CCAA son deficitarias salvo Madrid y Baleares. En el caso de Cataluña, el gasto en pensiones superó en 4.544 millones a lo que ingresó por las cotizaciones sociales, lo que arrojó un déficit superior al 20%, según los datos de la Seguridad Social del cierre de 2014.

Me pregunto quién pagará las prestaciones de la Seguridad Social en el negado supuesto que Cataluña sea independiente, con la consiguiente disminución de ingresos de cotizaciones sociales y patronales por disminución de actividad económica, aumento del paro etc. Y si ahora Cataluña tiene un déficit comercial del 60,8% por pago de importación del 75% de la energía que consume y que le llega a través de Red Eléctrica Española, conectada a la Red Francesa ¿de dónde van a importar las velas de cera para iluminarse estos iluminados?.
En síntesis: Para los catalanes ha sido, es y será un buen negocio ser ciudadanos españoles porque Cataluña no es viable económicamente como entidad independiente entre otras razones porque los que gestionan la “cosa pública” son catalanes y Cataluña es una cosa demasiado seria para dejarla en sus manos.












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