Hoy me cabe el honor, tengo el orgullo y el
privilegio de traer ante Vds, queridos míos, a todo un personaje. Nada más ni
nada menos que a la Coordinadora de Convergencia Democrática de Cataluña –hasta
que no esté registrada la Convergencia-bis o PDC, la llamaré por su nombre
oficial-. Responde al nombre de Marta Pascal Capdevila. Coordina lo que su “baranda”
Mas le dice y tengo el pálpito que a estas horas se debe haber llevado una
bronca de dimensiones catedralicias por sus declaraciones a El Pais, declaraciones que reproduzco en lo menester
de inmediato, no sin antes señalar que la señorita Pascal Capdevila es una
joven vigatana (de Vic, capital de la comarca de Osona, tierra de carlistones)
al que su “cultureta” política le ha jugado una mala pasada ya que, sin querer,
sostiene tesis marxistas, como luego demostraré.
He aquí el titular que
encabeza las declaraciones y que por su elocuencia nos ahorra reproducir el resto:
“Formar parte del Estado no es rentable para los
catalanes”
¿Recuerdan vuesas
mercedes el titular del editorial conjunto de
los doce periódicos subvencionados por el Gobierno de la Generalitat con domicilio social en Cataluña publicado el
26 de noviembre de 2009? Era “Por la dignidad de Cataluña”. Miren Vdes por
dónde la buena de la Srtª Pascal les enmienda la plana: La independencia de
Cataluña no es un problema de dignidad, ni de la de la mitad de sus habitantes, ni de la del lucero del alba, la
independencia es una cuestión de rentabilidad económica y de esto entendían un
montón Marx y su amigo Engels que sostenían que la
superestructura es el conjunto de
los fenómenos jurídico-políticos e ideológicos y las instituciones que los
representan. El estado, el derecho, las ideologías, las religiones, las
manifestaciones artísticas, etc., son hechos sociales que se inscriben en el
contexto de la superestructura de una determinada sociedad. La base económica
(infraestructura) de la sociedad determina siempre la superestructura. Para estudiar la sociedad no se debe partir
de lo que los hombres dicen, imaginan o piensan, sino de la forma en que
producen los bienes materiales necesarios para su vida. La determinación de la
superestructura por la infraestructura no debe entenderse como una
determinación mecánica, sino que como una determinación de última instancia;
vale decir, que las condiciones económicas finalmente determinan, pero las
otras instancias de la sociedad desempeñan también un papel. O sea que “la pela es la pela”. Y este
territorio es muy resbaladizo –de ahí la bronca que se habrá llevado- porque la
dignidad no es mensurable pero el dinero sí. En otros términos: si acreditamos
que en estos últimos 300 años las fases de crecimiento económico de Cataluña
han sido debidas, principalmente, a la actividad proteccionista y/o
desarrollista del Gobierno de “Madrit”, el problema de fondo aparecerá con toda
su crudeza: como en tantas ocasiones a lo largo de la historia la milonga de la
independencia es un espantajo que la
burguesía catalana y sus palmeros/cuates/mariachis agitan para obtener ventajas de naturaleza económica y como
necesitan a la gente para “meter presión” la movilizan y embaucan con mitos, identidades, promesas
irrealizables, falacias, mentiras sin
cuento, fabricando identidades parafascistas, en fin, ideología de clase dominante para pardillos.
Veamos.
Es absolutamente
falso de toda falsedad que el 11 de setiembre de 1714 fuera la fecha en que
Cataluña perdiera su soberanía. Cataluña formaba parte del Reino de Aragón y a
la muerte, sin testar, de Carlos II, apostó a caballo perdedor, porque sus
motivos profundos no eran otros que la defensa
desesperada de los fueros medievales. Fueron las clases dominantes de Cataluña
(alto clero, nobleza, patriciado, militares) los que iban a perder sus
privilegios, privilegios que ellos, interesadamente, identificaban con la
libertad de Cataluña. Como señala el gran historiador catalán Vicens Vives:
“los
catalanes lucharon obstinadamente por defender su criterio pluralista en la
ordenación de la Monarquía española, aun sin darse cuenta de que era
precisamente el sistema que había presidido la agonía de los últimos Austrias y
que sin un amplio margen de reformas de las leyes y fueros tradicionales no era
posible enderezar el país. Lucharon contra la corriente histórica y esto suele
pagarse caro.”
Un marxista diría
que el desarrollo de las fuerzas productivas y los intereses del incipiente
capitalismo demandaban unidad de mercado, supresión de aduanas interiores,
uniformidad de pesos y medidas etc pero los feudales catalanes, como siempre,
no se enteraron de por donde soplaba el viento de la historia. Ahora, cuando la globalización
impone la formación de grandes bloques económicos (UE por ejemplo) salen estos trasnochados
pretendiendo que en Europa haya más de 100 naciones, tantas como lenguas.
Siempre la misma historia. ¡¡Que gente más cazurra¡¡.
No es este momento ni la ocasión de analizar las medidas
tomadas en toda España y particularmente en
Cataluña para el fomento de la actividad económica y los resultados de
esa política. Podríamos resumir diciendo
que la derrota de 1714 fue una derrota rentable para las “fuerzas vivas”
catalanas. El resto, como siempre. A joderse.
Recojamos algunos
testimonios:
Escribe Carlos Fernández Shaw "El
siglo XVIII discurre para Cataluña bajo el signo de la expansión. Crecimiento
de las fuerzas productivas, acusada movilidad social, progresiva estabilidad
política tras la crisis de 1714, creatividad cultural en los distintos campos".
A fines del siglo XVIII, la población
catalana había crecido un veinte por ciento más que la media española y casi un
cincuenta por ciento más que la de las dos Castillas. Sus tres provincias
costeras tenían una densidad de población semejante o superior al grupo,
mayoritariamente periférico, de las más densas. Hacia 1787, la densidad urbana
catalana era la más alta de España -duplicaba la media nacional- tras Madrid.
La ciudad de Barcelona triplicó su población en el siglo XVIII, pasando de menos de 40.000 habitantes a 130.000.
Su crecimiento supera al de Madrid, el
núcleo urbano más poblado de la época, y al de las principales ciudades
españolas (Sevilla, Valencia, Cádiz, etc.). La densidad de población de la
provincia de Barcelona se situaba también entre las altas. La extensión y la
intensificación de los cultivos se dejaron ver a lo largo y ancho de la
geografía catalana. En 1797, la distribución sectorial de la población activa
situaba a Cataluña en cabeza -veinticinco por ciento frente a
una media nacional del quince- en lo que a empleos manufactureros se
refiere. Sobran los indicadores de la pujanza comercial de Barcelona y de su
diversificación económicas, de las que también disfrutan las otras provincias
marítimas catalanas.
Todo ello como consecuencia de medidas
tales como:
La supresión de aduanas interiores entre
Castilla y Aragón que permitió el libre
acceso al mercado castellano de la producción catalana.
La prohibición de importar de terceros paises algodón en el
resto de España.
Las medidas de liberación del comercio
con América de 1765, 1778 y 1789 ampliaron la proyección americana de la
economía de Cataluña, iniciada por Felipe V antes de la Guerra, mediante la
apertura del mercado americano al Reino de Aragón.
O como resumen Pierre Vilar:
": "El 'crecimiento' observado
en la parte principal de esta obra es, en el siglo XVIII, el del grupo humano
catalán: número de habitantes, extensión e intensificación de los cultivos,
reconquista de antiguos medios de irrigación, instalación de otros nuevos,
incorporación al trabajo de una masa antes inactiva, comercialización creciente
de los productos, conquista de un mercado, nacional para algunos, colonial para
otros, acumulación de esos beneficios coloniales, crecimiento de diversos tipos
de ingresos, inversiones productivas, creaciones productivas, aparición, a
partir de capas medias de campesinos, marinos, artesanos, comerciantes, de una nueva clase dirigente, creciente
peso de la región en el complejo español".
Conclusión: Para los catalanes fue
rentable, muy rentable el siglo XVIII, gracias a las medidas tomadas por el
Gobierno Central.
Veamos que sucedió en el siglo XIX.
Sobre la base del progreso agrario, de
las manufacturas y comercial del del
siglo XVIII Cataluña se convirtió en la primera región industrial de España. El
rápido despegue de la industria en este territorio se produce en las dos
décadas que siguen a la Primera Guerra Carlista. Se sobrepuso al incendio, en
1835, de la Fábrica Bonaplata, la primera instalación industrial moderna en
España. Bonaplata procedía de una familia de fabricantes de indianas
y contaba con buenas conexiones con el Gobierno español, que apoyó su
iniciativa empresarial mediante exenciones de derechos arancelarios a la
importación de maquinaria y otras medidas.
Los años desde 1841 a 1857 serían los
"de la revolución industrial", a juzgar por la formación de
sociedades industriales en Barcelona. A mediados del siglo XIX, Cataluña, y en
particular la Ciudad Condal, monopolizaba la producción del
subsector más estrechamente asociado a la revolución
industrial: el textil algodonero.
Para entonces, un proceso iniciado en la
segunda mitad del siglo anterior había consolidado entre los industriales
catalanes la idea de que "el prohibicionismo es el sistema verdaderamente
nacional", español se entiende. Para Vicente Pérez Moreda:
"La polémica librecambio-proteccionismo fue el debate más largo y más
virulento de todos los que presenció la política económica española en el siglo
XIX". Los Gobiernos de Madrid se mostraron siempre (arancel
prohibicionista del Trienio Liberal y los muy proteccionistas de 1841 y 1849)
sensibles a unas peticiones que unían a empresarios y trabajadores textiles
catalanes. Pero no solo a las suyas, sino también a las no menos exigentes
planteadas por los intereses trigueros del interior peninsular y los
industriales vascos. Fue un brillante catalán,Laureano Figuerola,
quien intentó sin éxito liberalizar el comercio exterior español en 1869.
Durante la Restauración, pese al
"fracaso de la revolución industrial" en nuestro país que propuso
Nadal, Cataluña se convertiría en la fábrica de España, al
extenderse el tejido industrial más allá del subsector algodonero, llegando a
incluir al textil lanero, la alimentación (harinería, chocolate y refino de
aceite), el papel, el curtido, las artes gráficas, los materiales de
construcción, la química y la metalurgia ligera.
Sobre esa base, la segunda revolución
industrial dejó una fuerte impronta en Cataluña. Muchas destacadas empresas en
los nuevos sectores de la metalmecánica (maquinaria, construcciones metálicas,
material ferroviario, automóvil, aeronáutico y equipos eléctricos), la química
(ácido sulfúrico, carburo, superfosfatos y rayón) y el cemento, se instalaron
en Cataluña, aunque factores diversos, donde destacan el ferrocarril y la
electricidad, habían ido reduciendo algunas de las ventajas competitivas de la
Cataluña decimonónica y reverdecido el hasta entonces casi desértico panorama
de la industria moderna en la mayor parte del resto de España. La protección del mercado nacional frente al exterior(aranceles
de 1891, 1906 y 1922, impulsado este último por el catalán Cambó) se vio
reforzada, especialmente en la década de 1920, por cierto activismo industrial
del Gobierno español.
Todavía en pleno franquismo, como prueba
la corriente migratoria desde otros puntos de España, Cataluña concentraba
buena parte de la actividad industrial y gozaba de niveles de vida
comparativamente elevados. La democracia, que ha venido acompañada de la
descentralización, la apertura exterior, la liberalización y la progresividad
fiscal asociada a la expansión del Estado del bienestar, parece haber sido
menos favorable para la economía de Cataluña que otras épocas.
Quizá por ello, la hipótesis de que una
Cataluña fuera de España hubiera tenido un mayor éxito económico gana adeptos
entre los secesionistas. Su aceptación no debería basarse en posicionamientos
políticos a priori. El ejercicio académico resultará complicado técnicamente,
si alguien se atreve a hacerlo. A la espera del mismo, parece insostenible que la región haya sido expoliada secularmente por
el resto de España. Esta proposición contrasta con el duradero, aunque no
siempre exclusivo, liderazgo económico catalán en España. (Fuente ABC).
Parece que también en los siglos
siguientes a los catalanes les ha sido rentable ser ciudadanos españoles.
Incluso ahora mismo. Vean esta última noticia:
Cataluña gasta en pensiones 4.544 millones más de lo que ingresa por
cotizaciones
Todas las CCAA son deficitarias, salvo Madrid y Baleares
EUROPA PRESS
ACTUALIZADO 20/09/201512:30
Los datos de ingresos por cotizaciones a
la Seguridad Social y de gastos en pensiones demuestran que todas las CCAA son deficitarias salvo Madrid y Baleares.
En el caso de Cataluña, el gasto en pensiones
superó en 4.544 millones a lo que ingresó por las cotizaciones sociales, lo que
arrojó un déficit superior al 20%, según los datos de la Seguridad Social del
cierre de 2014.
Me pregunto quién pagará las
prestaciones de la Seguridad Social en el negado supuesto que Cataluña sea
independiente, con la consiguiente disminución de ingresos de cotizaciones
sociales y patronales por disminución de actividad económica, aumento del paro
etc. Y si ahora Cataluña tiene un déficit comercial del 60,8% por pago de
importación del 75% de la energía que consume y que le llega a través de Red
Eléctrica Española, conectada a la Red Francesa ¿de dónde van a importar las
velas de cera para iluminarse estos iluminados?.
En síntesis: Para los catalanes ha sido,
es y será un buen negocio ser ciudadanos españoles porque Cataluña no es viable
económicamente como entidad independiente entre otras razones porque los que gestionan la
“cosa pública” son catalanes y Cataluña es una cosa demasiado seria para
dejarla en sus manos.
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