El pasado verano (2015) escribí hasta 5 “entradas” bajo el
título genérico de “PODEMOS y el Nacionalismo catalán” con la intención de descubrir entre tanta palabrería huera el
hilo conductor del pensamiento de los promotores del experimento y, en
consecuencia, saber que pretendían hacer si conseguían el Poder.
Llegué a “coquetear” con esa Formación y aporté mi modesto
óbolo para atender sus necesidades primarias en materia de funcionamiento.
A principios del mes de julio me comunicaron la convocatoria
de un Curso de Verano en la Complutense. Me inscribí y días antes del inicio
del Curso me vine a Madrid. En mi ingenuidad llegué a pensar que mis
conclusiones después de más de 45 años
de lecturas, estudios etc sobre el Nacionalismo y concretamente el catalán,
podrían servir para que no se cometieran,
una vez más, los errores clásicos que la
izquierda española reitera en cada ocasión histórica que se presenta.
Una desgraciada
circunstancia –un gravísimo accidente de mi mejor amigo- me devolvió a
Barcelona y así -que remedio- evité la sensación de
ridículo que hubiera tenido al no haber podido conseguir que la muchachada
entendiera que el nada Glorioso Movimiento Nacional Catalán rezuma
nazi-fascismo, es pesebre de incapaces, abrevadero de ignorantes y fuente
permanente de tensiones, discriminaciones, xenofobias y demás lindezas. Y
no hubiera conseguido mi propósito no ya
tanto porque mis capacidades –dialéctica e intelectual- apenas valgan un ardite como porque para nuestros queridos
muchachos el “derecho a decidir”, “El
derecho de autodeterminación”, “las naciones del Estado Español” etc son
conceptos instrumentales. Creen en ellos tanto como yo mismo, es decir, nada.
Un momento, no aleonarse, que me explico de inmediato.
Un momento, no aleonarse, que me explico de inmediato.
Me decía mi padre que la Guerra (incivil) no la ganó Franco:
la perdió la República pero el genocida de voz aflautada hizo como si hubiera
ganado e hizo limpieza general. Cualquiera que tuviera ideas políticas Republicanas
(aunque fuera de derechas) y las gentes de izquierda (y sus familiares) fueron
exterminados bien de forma cruenta –campo de batalla, pelotón de fusilamiento etc) como incruenta (Campos de Concentración,
cárceles, exilio etc). La política devino en un término a extirpar (¡¡Haga como
yo, no se meta en política, dicen que le dijo a un Gobernador Civil –por supuesto
militar- que le consultó sobre diferencias o enfrentamientos entre las familias de Régimen en su Provincia).
Se prohibió hablar de política, salvo para alabar a La Espada Más Limpia de Europa
Se prohibió hablar de política, salvo para alabar a La Espada Más Limpia de Europa
El miedo se enseñoreó de los espíritus, pero como nadie escarmienta en
cabeza ajena, a la generación vencida siguieron otras que no conocían aquel
sentimiento y recibieron hostias a
mansalva y algún que otro disparo fortuito. Recordemos que hasta dos meses
antes de morir El Vigía de Occidente se fusiló gente.
El hideputa murió. Hubo una explosión de entusiasmo. Las gentes participábamos en
política militando en los nuevos partidos (algunos con viejas siglas). Se
aprobó la Constitución. Todo cambió para seguir lo mismo. Llegó el desencanto. Los partidos y sindicatos se
acomodaron al Sistema y dejó de hablarse de política. Las aulas perdieron su
efervescencia. Los inquietos dejaron la política por la enología (mucho
mindundi creía encontrar sabor a frutos del bosque en un puto vino peleón) y la
alta cocina (esta afición les duró poco y volvieron a los sobres de Gallina
Blanca).
Se dice que la última
generación que ha salido de las aulas es la más preparada de la
Historia. Es posible, aunque tengo para mí que la inmensa mayoría carece de los
mínimos conocimientos sobre la historia de su país y cree que eso de “la
política” es lo que hacen los políticos, sin más detalles. Su interés por lo “público”
brilla por su ausencia y en estas condiciones hablar de “pueblo” de “democracia”
etc es puro sarcasmo. Conclusión: un “pueblo” de indocumentados políticos genera
políticos indocumentados. Una ciudadanía que no respeta lo “público”, con nula
conciencia fiscal y que practica el “¿Qué hay de lo mío?” gesta en su seno
políticos corruptos.
No quiero adelantar conclusiones pero, a mi juicio, la única
Revolución posible pasa, necesariamente, por sacar a todo ese famoso “pueblo soberano”
de la indigencia intelectual y política. El resto es mesianismo. Prosigo.
A efectos metodológicos conviene distinguir, por tanto, entre las gentes cuyas preocupaciones no
pasan de los avatares de los famosetes de “Sálvame de luxe” y/o del resultado
del partido de futbol en el que juega el equipo de sus amores. (Al menos en la
Roma Imperial además de Circo, a la plebe le daban algo de Pan). Ahora ni eso.
Distinguir, decía, entre las buenas gentes y los que están en la “pomada”, y aquí encontramos de todo: individuos con vocación de servicio público junto a arribistas, personas de derecha y de izquierda en tránsito a puerto seguro, periodistas de raza, al lado de marhuendas de amplio espectro, banqueros
de cara blindada, sindicalistas de mariscada y Tarjeta del color de su
conciencia y de los honrados, roucos de sexualidad perfectamente definida,
estómagos agradecidos y hombres/mujeres honestos/as y tipos que creen que fuera
de la política hace mucho frío y además tendrían que aprender a conducir un
vehículo de motor. Entre una Fauna más amplia y todo ello sin contar la Flora.
A “estos”, a los que saben o creen saber “de qué va el asunto”
es a los que dirijo estas reflexiones sin otra intención de entretener mi ocio.
Luego sigo..
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