miércoles, 23 de marzo de 2016

Podemos o la ocasión frustrada de la Nueva Izquierda (III)

El pasado verano (2015) escribí hasta 5 “entradas” bajo el título genérico de “PODEMOS y el Nacionalismo catalán” con la intención de  descubrir entre tanta palabrería huera el hilo conductor del pensamiento de los promotores del experimento y, en consecuencia, saber que pretendían hacer si conseguían el Poder.

Llegué a “coquetear” con esa Formación y aporté mi modesto óbolo para atender sus necesidades primarias en materia de funcionamiento.

A principios del mes de julio me comunicaron la convocatoria de un Curso de Verano en la Complutense. Me inscribí y días antes del inicio del Curso me vine a Madrid. En mi ingenuidad llegué a pensar que mis conclusiones después de  más de 45 años de lecturas, estudios etc sobre el Nacionalismo y concretamente el catalán, podrían   servir para que no se cometieran, una vez más, los errores  clásicos que la izquierda española reitera en cada ocasión histórica  que se presenta.
Una  desgraciada circunstancia –un gravísimo accidente de mi mejor amigo- me devolvió a Barcelona  y así -que remedio- evité la sensación de ridículo que hubiera tenido al no haber podido conseguir que la muchachada entendiera que el nada Glorioso Movimiento Nacional Catalán rezuma nazi-fascismo, es pesebre de incapaces, abrevadero de ignorantes y fuente permanente de tensiones, discriminaciones, xenofobias y demás lindezas. Y no  hubiera conseguido mi propósito no ya tanto porque mis capacidades –dialéctica e intelectual- apenas valgan  un ardite como porque para nuestros queridos muchachos  el “derecho a decidir”, “El derecho de autodeterminación”, “las naciones del Estado Español” etc son conceptos instrumentales. Creen en ellos tanto como yo mismo, es decir, nada.

 Un momento, no aleonarse, que me explico de inmediato.

Me decía mi padre que la Guerra (incivil) no la ganó Franco: la perdió la República pero el genocida de voz aflautada hizo como si hubiera ganado e hizo limpieza general. Cualquiera que tuviera ideas políticas Republicanas (aunque fuera de derechas) y las gentes de izquierda (y sus familiares) fueron exterminados bien de forma  cruenta –campo de  batalla, pelotón de fusilamiento etc) como incruenta (Campos de Concentración, cárceles, exilio etc). La política devino en un término a extirpar (¡¡Haga como yo, no se meta en política, dicen que le dijo a un Gobernador Civil –por supuesto militar- que le consultó sobre diferencias o enfrentamientos entre las familias de Régimen en su Provincia). 

Se prohibió hablar de política, salvo para alabar a La Espada Más Limpia  de Europa

El miedo se enseñoreó de los  espíritus,  pero como nadie escarmienta en cabeza ajena, a la generación  vencida siguieron otras que no conocían aquel sentimiento y recibieron  hostias a mansalva y algún que otro disparo fortuito. Recordemos que hasta dos meses antes de morir El Vigía de Occidente se fusiló gente.

El hideputa murió. Hubo una explosión  de entusiasmo. Las gentes participábamos en política militando en los nuevos partidos (algunos con viejas siglas). Se aprobó la Constitución. Todo cambió para seguir lo mismo.  Llegó el desencanto. Los partidos y sindicatos se acomodaron al Sistema y dejó de hablarse de política. Las aulas perdieron su efervescencia. Los inquietos dejaron la política por la enología (mucho mindundi creía encontrar sabor a frutos del bosque en un puto vino peleón) y la alta cocina (esta afición les duró poco y volvieron a los sobres de Gallina Blanca).

Se dice que la última  generación que ha salido de las aulas es la más preparada de la Historia. Es posible,  aunque tengo para mí que la inmensa mayoría carece de los mínimos conocimientos sobre la historia de su país y cree que eso de “la política” es lo que hacen los políticos, sin más detalles. Su interés por lo “público” brilla por su ausencia y en estas condiciones hablar de “pueblo” de “democracia” etc es puro sarcasmo. Conclusión:  un “pueblo” de indocumentados políticos genera políticos indocumentados. Una ciudadanía que no respeta lo “público”, con nula conciencia fiscal y que practica el “¿Qué hay de lo mío?” gesta en su seno políticos corruptos.

No quiero adelantar conclusiones pero, a mi juicio, la única Revolución posible pasa, necesariamente,  por sacar a todo ese famoso “pueblo soberano” de la indigencia intelectual y política. El resto es mesianismo. Prosigo.

A efectos metodológicos conviene distinguir, por tanto,  entre las gentes cuyas preocupaciones no pasan de los avatares de los famosetes de “Sálvame de luxe” y/o del resultado del partido de futbol en el que juega el equipo de sus amores. (Al menos en la Roma Imperial además de Circo,  a la plebe le daban algo de Pan).  Ahora ni eso. Distinguir,  decía,  entre las buenas gentes y los que están en la “pomada”,  y aquí encontramos de todo:  individuos con vocación de servicio público junto a arribistas, personas  de derecha y de izquierda en tránsito a puerto seguro, periodistas de raza, al lado de marhuendas de amplio espectro,  banqueros de cara blindada, sindicalistas de mariscada y Tarjeta del color de su conciencia y de los honrados,  roucos  de sexualidad perfectamente definida, estómagos agradecidos y hombres/mujeres honestos/as y tipos que creen que fuera de la política hace mucho frío y además tendrían que aprender a conducir un vehículo de motor. Entre una Fauna más amplia y todo ello sin contar la Flora.
A “estos”, a los que saben o creen saber “de qué va el asunto” es a los que dirijo estas reflexiones sin otra intención de entretener mi ocio.

Luego sigo..

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