El Diccionario de la RAE define el verbo “clasificar” en los
siguientes términos: Ordenar o disponer por clases. El propio Diccionario nos
dice que una de las acepciones de “clase”
es: Orden o número de personas del mismo grado, calidad u oficio.. (Obvio
resulta decir que esa acepción de “clase”, tan conservadora ella, no es mi
preferida, pero me sirva para los fines pérfidos y malévolos de esta “columnilla”).
El ser humano, por múltiples razones (estudio, análisis
sociológico y/o político etc) clasifica a los miembros de su especie con arreglo a distintos criterios, por
ejemplo: el sexo: hombres y mujeres, la edad: jóvenes y viejos, la estética:
guapos y feos, lugar de nacimiento: nacionales (¿) y extranjeros, cantidad de cabello que adorna su cabeza:
calvos o melenudos, estatura: altos y
bajos, etc. , color del pelo, rubios, morenos y pelirrojos. Los que viven en los pisos 2º C de todos los edificios y los que lo hacen en otras plantas. Las clasificaciones tienen un valor e
importancia indudables y si se me permite la referencia personal diré que en
plena adolescencia (allá por cuando Franco, que diría Umbral) leí en un libro prohibido (que morbo maravilloso
eso de la transgresión de las normas del “orden establecido”) leí, digo, que
los seres humanos (entonces se decía, los hombres..) se dividen en dos grupos,
a saber, los que creen que un dios han creado al hombre y los que creen que es
el hombre el que ha creado a dios. Me di en pensar sobre el asunto, leí “lo que
no está escrito”, reflexioné e hice mi particular catarsis. Conclusión: desde
entonces soy ateo. Otro tanto cabe decir respecto de lo que nos enseñaban en
aquella asignatura (sic) llamada Formación del Espíritu Nacional en la que
quedaba claro que los “buenos” éramos “nosotros” y los “malos” los demás,
los tontos útiles, los pagados por el oro de Moscú, los del contubernio judeo-masónico
y en este plan. Igualmente “me di” en leer, descubrí el liberalismo político y
a fuer de liberal me hice marxista (como dijo Manolo V el Empecinado o Sixto
Cámara y el que no sepa a quien me refiero que “se joda” como rebuznó la niña
de Fabra, -Adrianita, señora de Guelmes el niño bonito de Espe- el de los aeropuertos,
en el Congreso cuando se perpetró la Reforma Laboral). Todos los nacionalismos son iguales: la culpa de sus desgracias es de los "otros" y esto vale para los nacionalismos dictatoriales y para los formalmente democráticos (o son los mismo? No, rotundamente no, no sea que me demanden los guardianes de las esencias, o, bien pensado, seguro que me divertiría volviendo a vestir la toga.
De todo lo cual se colige
(estoy hoy que me salgo¡¡) que las clasificaciones son importantes. Todas
igualmente importantes. Permiten saber quiénes
son los “nuestros” (¡¡A tierra que vienen los nuestros ¡¡ gritó desaforado Pio
Cabanillas, “mano izquierda” de Manolo Fraga) y como yo nunca he sido de los “nuestros”
me puedo permitir hartarme de reír viendo y oyendo a zascandiles de la política
como Floriano, Flor de Otoño, (¡¡que ojos¡¡ ¡¡que mirada¡¡ ¡¡Madre del Amor
Hermoso¡¡) Quico Homs , Garbancito (¡¡Que elocuencia¡¡ ¡¡Que poderío¡¡ ¡¡Que enjundia¡¡) o la sin par
Señora Martinez, doña Pilar R. cortesana hagiógrafa del reino artúrico (¡¡Que
coherencia intelectual¡¡ ¡¡Que rigor expositivo¡¡ ¡¡ Que mesura expresiva¡¡ o
ese dúo de intelectuales orgánicos y presuntamente apesebrados que responden a
los nombres, respectivamente de Mikimoto (¡¡manda guevos¡¡) y T. Soler el
cazacolaboracionistas. Sobre esta pareja de hecho (diferencial, claro está)
cedo la palabra a ese polígrafo (vamos, que escribe sobre diversas materias no
se le vaya a confundir con un “chisme” que aparece en los programas televisivos “del
cuore”) polígrafo, digo, llamado Gregorio Morán, agudo intelectual y excelente
escritor que, en una “Sabatina” de La Vanguardía escribía:
“Fíjense si lo nuestro será de chiste que los dos encargados
para los fastos que nos amenazan el próximo año 2014 son dos humoristas,
Mikimoto, conocido intelectual que al parecer lleva un año, aseguran los
expertos, ¡estudiando historia en Estados Unidos! Y Toni Soler, de quien admito
desconocer casi todo, incluso saber si ha escrito algo en su vida.”
Alguna de esas clasificaciones carecen de relevancia, a
efectos políticos: Alopécicos y melenudos, morenos o pelirrojos, por ejemplo.
Otras, como la que se hacía en el “ancien regime” , antes de la Revolución
Francesa, basada en el lugar de nacimiento han perdido su razón de ser: No existen
los franceses, si no ciudadanos de
Francia, de Italia, de Alemania, de Cataluña, de Matadepera o de Matalucillos
del Monte. Me explico: En Cataluña, por ejemplo, la ciudadanía está formada por
(el orden expositivo no supone prioridad o grado de calidad alguno) personas
que han nacido en esta Comunidad Autónoma. Otros que, procedentes de otros
territorios de España (lo de Estado Español es cosa de indocumentados) al
llevar más de 10 años viviendo en Cataluña adquieren, de oficio, la “vecindad
civil” catalana. Otros que llevando
menos de 10 años de residencia están empadronados en cualquier municipio
catalán. Personas que habiendo nacido en países distintos de España han
adquirido la nacionalidad española y ahora residen en Cataluña. Todos estos
ciudadanos si son mayores de edad, y no están incapacitados judicialmente, gozan de todos sus derechos civiles y son,
quieran o no, tengan trabajo o estén jubilados o en el paro, ciudadanos de Cataluña, a los que se refería
Tarradellas cuando volvió, traído por la burguesía catalana para desactivar a
la izquierda. En otras palabras, hay mucho estulto que afirma, sin rubor ni
pudor alguno que “Son catalanes los que viven y trabajan en Cataluña y, además, quieren serlo” ¡¡Y mis
cojones claveles¡¡, la definición de marras no se aguanta ni jurídica y
políticamente pero, claro está, si se admite mi tesis –la de la ciudadanía en
posesión de derechos civiles, esa milonga del “pueblo catalán” carece de
sentido.
De lo anterior se desprende, racionalmente, que si la “identidad” que algunos memos
encuentran entre los nacidos en un mismo territorio, dejando de lado la clase
social a la que pertenezca cada uno (¡¡Viva la transversalidad¡¡), tiene la
misma enjundia y calado que la que poseen entre sí los calvorotas o los
pelirrojos, los piernas que viven del
rollo nacionalista harán bien en buscarse otra mamandurria
Volveré sobre el tema
y, como es lógico hablaré sobre el “volksgeist” . ¿Que qué es eso? Leed a
Hegel o en su defecto pedirle a un conocido que sea nacionalista un ejemplar de
“Mi lucha” que seguro que lo tiene, es una obra de “culto”.
Hasta luego y besitos a los niños.
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