Sobre la imputación penal del Presidente de la Generalitat Valenciana Francisco Camps está todo dicho. Unos medios, los de la derecha, niegan incluso esa situación procesal y confian en que un error en la instrucción del procedimiento libre a Camps del banquillo de los acusados y la consiguiente condena de inhabilitación para ocupar cargos públicos. Otros, los afines a la izquierda, analizan cualquier declaración del ínclito personaje para tratar de colegir su futuro político
Por mi parte me pregunto sobre la salud mental del individuo en cuestión. Sus declaraciones son pueriles, huerfanas de la más elemental de las lógicas políticas, patéticas en fin: pretender que la ciudadanía crea que es víctima de una conspiración urdida por quienes no toleran que haya tratado de liderar el Partido Popular a nivel nacional o que se utilice la via judicial para desalojarlo del poder al no haberlo conseguido por vía electoral son prueba evidente de un desequilibrio emocional, psicológico y político grave. En el fondo de tanto desafuero subyace una realidad clamorosa: Camps no admite encontrarse al final de su carrera política por "sólo" unos trajes de nada, cuando otros, al menos, se han enriquecido tras su paso por la política y su salida por la puerta falsa.
Pronto, muy pronto su Presidente, Rajoy, le dejará caer y presentará su dimisión para "defenderse mejor" y "no perjudicar al partido", como afirman todos los políticos procesados. Triste final para un personaje cuya política de despilfarro y cohetería e imagen vacua ha dejado a la Comunidad Valenciana con un déficit presupuestario que tendrán que enjugar sus sucesores.
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