En mi anterior entrada sobre la corrupción ideológica de la izquierda
anunciada que en la próxima, apoyándome en la última alocución a los chilenos
de Salvador Allende, escribiría sobre
alamedas transitadas por hombres libres y es que superada ya la setentena y
echando la vista atrás tomo conciencia de que salvo en el territorio que abarca
mi exilio interior nunca he transitado libremente por esas alamedas a que se refería
D. Salvador.
En efecto, se nos murió, en la cama, el criminal –de lesa humanidad- F. Franco. Yo
tenía 31 años y vivía en Cataluña y de pronto, como setas en otoño, aparecieron
cientos de miles de individuos que habían corrido delante de “los grises” y
otros miles de sujetos que esgrimían el
veto del Régimen al uso público del catalán con la insana pretensión de
rentabilizar “sus sacrificios”. Otros reivindicaron para Cataluña el trágico
honor de haber desencadenado la Guerra Civil porque el Invicto odiaba todo lo
catalán. Los demás allá, reclamándose de izquierdas, ponían todo el énfasis en
cuestiones identitarias, lingüísticas, culturales etc que al 75% de la
población le importaba un ardite. Se
aprobó la Constitución mediante referéndum con participación masiva del
electorado catalán y en estas estábamos cuando llegó Pujol y mandó parar.
Pujol, personaje siniestro donde los haya, instauró un Régimen de democracia formal
con varias categorías de individuos, a
saber: A) Los “nuestros”, catalanes catalanistas, B) Catalanes renuentes o mediopensinistas
y C) Nouvinguts o Charnegos. Los de
categoría A) serían ciudadanos de primera que nutrirían las filas de la
Administración de Partido Único. Los de la clase B) pronto fueron
incorporándose a las mamandurrias presupuestarias y la C) los que de forma
consciente o inconsciente sabíamos que ni
cantando El Virolai ni comiendo siete días por semana l`escudella i carn
d`olla seríamos admitidos en el Reino de los diferentes, de los mejores. Una subclase
de la especie charneguil es la formada
por gentes que por razones ideológicas, éticas e incluso estéticas no estábamos
por integrarnos en una sociedad que ya entonces apuntaba signos inequívocos de
estar formada por mucho paranoico llorón.
Cincuenta y dos años después hice el camino de
vuelta y me reconforta comprobar que nadie me juzga por la lengua que hablo,
por el léxico que empleo o por la ausencia de “acento” especial. No obstante
sigo con preocupación lo que sucede en la región Noreste de España y si bien, a
veces, pretendo consolarme diciéndome que los fenicios son unos cobardones con
niveles mínimos de testosterona incapaces de acometer acciones que les supongan
mínimo riesgo, ya económico, ya físico, en otras ocasiones –pensando en tipos
como Junqueras, Tardá, Rufián y otros de Esquerra que conozco- llego a pensar
que en cualquier momento montan una “asonada” y hay que mandar a media docena
de vehículos de tipo medio con miembros de la Guardia Civil para que repartan
unas cuantas hostias y terminar con el problemilla.
Pues bien, cuando me las prometía muy felices
creyendo que ahora sí podría ejercitar mi derecho al voto, nuevamente se cruza
en mi camino a las urnas el nacionalismo catalán, versión Colau-Pisarello, que
se apresta a apoyar a Don Pablos en su búsqueda del poder, que no del tiempo
perdido, a cambio de un referéndum de nada para la autodeterminación de
Cataluña. No sé cual de los tres es más idiota y/o ignorante: Ni retorciendo al
máximo el esgrimido art. 92 de la Constitución se puede obtener un mínimo
fundamente para esa convocatoria. He llegado a pensar que, por un lado, Don Pablos comparte mi tesis y busca, siempre
busca, engañarlos y el par de artistas hace lo propio para obtener un resultado
que consolide un catalanismo de nuevo cuño y seguir en el poder. ¡¡Joder que tropa¡¡.
Para finalizar esta “entrada” apresurada publicada
el día anterior al referéndum, perdón, a los comicios, les hablaré de dos
hombres libres, cuando terminaron los
respectivos secuestros de que fueron objeto por sendos comandados dirigidos por
Otegi, Luis Abaitua y Javier Ruiperez.
No estará demás traer a colación un par de artículos
de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Helos aquí:
Artículo 3.
·
Todo individuo tiene derecho a la vida,
a la libertad y a la seguridad de su persona.
Artículo 5.
·
Nadie será sometido a torturas ni a
penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Pues
bien, nuestro Don Pablos habla del tal Otegi calificándolo de “hombre de paz”.
Deseo
que Rajoy y el PP y su marca blanca no alcance el poder pero mucho me temo que
el resultado de las izquierdas no me llene de gozo.
Hasta
mañana, queridos.
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