viernes, 29 de mayo de 2015

Ana Palacio, de profesión sus torpezas

El Juez que instruye el llamado "caso Gurtel" hace referencia en el Auto de apertura de juicio oral al Partido Popular como Organización Criminal.El que suscribe, modesto jurista, acérrimo partidario de la presunción de inocencia me digo algo tan sencillo como que "Eso habrá que probarlo". Dicho en otros términos; El P.P., por el momento no es un atajo de de individuos/as organizados para esquilmar al resto de sus compatriotas. De momento, es gente abnegada, sacrificada y cuyos incrementos patrimoniales se deben a juegos de azar, herencias de insospechados parientes y en este plan. Empero, queridos míos, tendréis que coincidir conmigo que el P.P. es una organización formada por un número ingente, inconmensurable de ignorantes e indocumentados, de gentes que, sin duda, estarían "la mar de bien" en el régimen feudal y todo ello sin contar la los imbéciles. Veamos un caso de hoy mismo: Anita Palacio. Anita, la ministra de Exteriores de Aznar cuando la invasión y subsiguiente genocidio en Irak y que yo suponía se habría autoinmolado para no tener que comparecer, algún día -espero verlo- ante el Tribunal de La Haya que juzga los crímenes de guerra, ha reaparecido y en unos rebuznos con pretensión de declaraciones dice:

La exvicepresidenta del Banco Mundial y ex ministra española de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, ha asegurado hoy que el éxito electoral de Podemos y Ada Colau son ejemplos de que en España impera ahora "la nostalgia" por momentos históricos como el del Califato o por una "Arcadia económica feliz".

En mi memoria guardaba  varias meteduras de pata de esta imbécil pero he andado trasteando y he encontrado este artículo que adjunto y que da cabal medida de la elementa esta.

Sobre en fondo ideológico que pretende combatir con sus graznidos volveré en otro momento.
Bon apetit¡¡



Ana Palacio supera su propio récord de errores
ANTOLOGIA DE TORPEZAS
Ana Palacio ya es la ministra peor valorada del Gabinete, según distintos sondeos. La actuación del Gobierno en la crisis de Iraq ha ayudado a que la ministra de Asuntos Exteriores haya llegado a ese lugar Y ella ha colaborado con numerosos "deslices impropios de un jefe de la diplomacia", según confiesan en el propio PP, donde cada vez más se cuestiona su capacidad para dirigir la diplomacia española.
Por David Fernández
Palacio llegó al Ejecutivo el 10 de julio de 2002 y fue, a juicio de los analistas, la mayor sorpresa en aquella crisis. Su trayectoria en la Unión Europea y la confianza personal del presidente avalaban las expectativas de una nueva ministra que, a diferencia de su antecesor, Josep Piqué, sí conocía el funcionamiento de la poli internacional. Un diputado socialista lo resume gráficamente: "Nadie imaginaba a Ana Palacio dando cabezazos a los pies de Bush".
Menos de un año después, todo ha cambiado. La imagen de la ministra de Exteriores se ha deteriorado hasta el punto de ser, con diferencia, el miembro del Ejecutivo peor valorado por los ciudadanos: su nota en elPulsómetro de la Ser ha caído de más de un cinco a un 3,5 desde octubre, cuando estalló la etapa diplomática de la crisis de Iraq.
Quienes la defienden en el PP aseguran que la situación estos meses ha sido especialmente complicada, con la crisis de Marruecos como tema de fondo y el punto álgido de la toma militar de Perejil una semana después de que llegara a su nuevo puesto, y la guerra contra Iraq. Sin embargo, sus "deslices" en términos populares o "meteduras de pata", como dicen en el PSOE, ponen en entredicho, para muchos, incluso dentro de su partido, su capacidad para dirigir la diplomacia española.
La última equivocación sonada de la canciller se produjo hace uñas semanas, cuando en una comparecencia con su homólogo tunecino, Habib Ben Yahia, confundió los términos islamista e integrista: "No deseo un gobierno islamista para el pueblo iraquí porque no me parece un beneficio". Y corrigió, alertada por un asesor: `Aquí hay una puntualización: hay gobiernos islamistas y gobiemos islamistas, en un guiño hacia Turquía, "y cuando yo he dicho que no deseo un gobierno islamista es un gobierno islamista extremista". Ante el lío evidente, su colega tunecino pronunció la palabra que Palacio no encontraba: "Integrista". "Integrista, exactamente", remachó la ministra.
Horas antes, el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rurrisfeld, había rechazado la posibilidad de que en Iraq, después de Saddam Hussein, se instalaran los islamistas en el poder. Precisamente su ahneamiento con las tesis más duras de la Administración estadounidense es una de las labores de su gestión más cuestionadas. De hecho, durante el primer informe del jefe de los inspectores, Hans Blix, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, el 27 de enero, España, por boca de la ministra, mantuvo la posición más dura y radical de los 15 miembros del Consejo y recibió los reproches de la oposición y de su propio partido. A pesar de ello, semanas después, el 14 de febrero, acudió a Nueva York y volvió a ser mucho más contundente que sus colegas: esperaba un discurso ambiguo de Blix, como el primero, y pidió con contundencia que se acabara con las Inspecciones a pesar de que el jefe de estas alabó los progresos en la colaboración iraquí.
Tras esas actuaciones, la lluvia de críticas arreció y algunos sectores del PP se mostraban abiertamente partidarios de que Aznar relevara a Palacio: "Demostró que le falta cintura poli", resume ahora un dirigente popular. Con sus explicaciones, a modo de disculpa, la ministra empeoró la situación: "No quise llevar nada escrito y, como estaba cansada, me atasqué". La diplomacia española acogió perpleja esas declaraciones. El Gobierno, desde La Moncloa, el verdadero Ministerio de Exteriores (ver recuadro) salió al paso y matizó sus posturas. Y la propia Palacio, en Moscú, admitió su error: "El Gobierno de España hemos (sic) tenido un fallo de explicación y hay que reconocerlo", dijo.
Para acabar del todo con la credibilidad de sus disculpas, la ministra volvió en marzo al Consejo de Seguridad, esta vez con una intervención escrita, y volvió a actuar conforme a la línea marcada por los halcones de Wshington. Días después, la cadena Ser desveló los telegramas remitidos por el embajador epañol ante Naciones Unidas, Inocencio Arias, en los que se jactaba de su alineamiento con EE UU y de que sus posturas fueran más duras que las del Reino Unido. Las explicaciones de Palacio se limitaron a, anunciar medidas legales contra quienes difundieron la información.
Si Palacio tuvo problemas a la hora de justificar el fin de la vía diplomática en Iraq, no fue mucho más hábil a la hora de justificar la guerra. Tres días después de que comenzara el ataque, declaró que en el desarrollo de la guerra había "algunos indicadores que son relevantes". Y precisó: "Las bolsas han subido y el petróleo ha bajado. Ya los ciudadanos pagan unos céntimos menos por la gasolina y el gasóleo. Eso son datos".
En esas mismas declaraciones llegó a insinuar que, una vez en marcha el conflicto¡ los españoles lo apoyaban: "Se ha ido matizando (la oposición al ataque), porque las manifestaciones han ido bajando en número y los sondeos de opinión están modificando su resultado. El problema gravísimo es que las manifestaciones las están secuestrando grupúsculos de violentos antisistema"'. El día antes, cientos de miles de ciudadanos habían salido a las calles y el debate estaba centrado en la violencia policial.
Las justificaciones de la guerra han sido un calvario para Palacio, que en el Senado, días después de la muerte de Julio Anguita Parrado y José Couso, llegó a acusar a la oposición de no acordarse Me los mil muertos que ha habido estos días en la República del Congo, porque no hay muertes de primera y de segunda". Dos semanas después una periodista le preguntó por las gestiones que la diplomacia española estaba llevando a cabo en el Congo. Su respuesta: "La preocupación mía es una preocupación por todas las víctimas. En estos momentos hay algunos conflictos, algunas crisis, que reciben una mayor atención; pero no es una mayor atención por parte de los gobiernos, que tenemos la que corresponde en cada caso y contextos e instrumentos, sino que es una mayor o menor atención por parte de los medios. Me van a perdonar, pero me tengo que marchar porque es que, si no, pierd o el avión".
Esas palabras no extrañaron a nadie, después de que Palacio quitara importancia al asesinato del cámara de Telecinco José Couso por las tropas estadounidenses y asegurara que su muerte "no tiene entidad para condenar a un país (EE UU)".
Aunque sus mayores tropiezos han sido en la gestión de la crisis de Iraq, Ana Palacio dejó clara su tendencia al error desde su llegada al cargo. El 14 de julio de 2002 descartó una intervención armada en el islote de Perejil porque "uno sabe dónde empieza pero no dónde termina". Tres días después, "al alba y con viento duro de Levante", según el responsable de Defensa, Federico Trillo, la Legión tomaba por la fuerza la roca. La ministra, recién llegada, debió quedarse perpleja. Lo mismo que le ocurrió tras el accidente del Prestige, "Cuando vi la fotografía del satélite de cómo está ese corredor (el pasillo marítimo frente a las costas gallegas) yo he dicho que parecía la M-30".
A pesar de todo, de ser cuestionada por su propio partido y de apenas contar con más apoyos que el de Aznar, Ana Palacio está orgullosa de su labor en la cancillería: "La posición internacional de España es, en el momento presente, y este es el balance final de siete años de gobierno del PP, la más relevante que hemos conocido desde hace tres siglos", aseguró durante una conferencia hace unos dias.







No hay comentarios:

Publicar un comentario