La exvicepresidenta del Banco Mundial y ex ministra española de Asuntos Exteriores, Ana Palacio, ha asegurado hoy que el éxito electoral de Podemos y Ada Colau son ejemplos de que en España impera ahora "la nostalgia" por momentos históricos como el del Califato o por una "Arcadia económica feliz".
En mi memoria guardaba varias meteduras de pata de esta imbécil pero he andado trasteando y he encontrado este artículo que adjunto y que da cabal medida de la elementa esta.
Sobre en fondo ideológico que pretende combatir con sus graznidos volveré en otro momento.
Bon apetit¡¡
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Ana Palacio supera su propio récord de errores
ANTOLOGIA DE TORPEZAS
Ana Palacio
ya es la ministra peor valorada del Gabinete, según distintos sondeos. La
actuación del Gobierno en la crisis de Iraq ha ayudado a que la ministra de
Asuntos Exteriores haya llegado a ese lugar Y ella ha colaborado con
numerosos "deslices impropios de un jefe de la diplomacia", según
confiesan en el propio PP, donde cada vez más se cuestiona su capacidad para
dirigir la diplomacia española.
Por David
Fernández
Palacio llegó al Ejecutivo el 10 de julio de 2002 y fue, a juicio de los
analistas, la mayor sorpresa en aquella crisis. Su trayectoria en la Unión
Europea y la confianza personal del presidente avalaban las expectativas de
una nueva ministra que, a diferencia de su antecesor, Josep Piqué, sí conocía
el funcionamiento de la poli internacional. Un diputado socialista lo resume
gráficamente: "Nadie imaginaba a Ana Palacio dando cabezazos a los pies
de Bush".
Menos de un
año después, todo ha cambiado. La imagen de la ministra de Exteriores se ha
deteriorado hasta el punto de ser, con diferencia, el miembro del Ejecutivo
peor valorado por los ciudadanos: su nota en elPulsómetro de la
Ser ha caído de más de un cinco a un 3,5 desde octubre, cuando estalló la
etapa diplomática de la crisis de Iraq.
Quienes la
defienden en el PP aseguran que la situación estos meses ha sido
especialmente complicada, con la crisis de Marruecos como tema de fondo y el
punto álgido de la toma militar de Perejil una semana después de que llegara
a su nuevo puesto, y la guerra contra Iraq. Sin embargo, sus
"deslices" en términos populares o "meteduras de pata",
como dicen en el PSOE, ponen en entredicho, para muchos, incluso dentro de su
partido, su capacidad para dirigir la diplomacia española.
La última
equivocación sonada de la canciller se produjo hace uñas semanas, cuando en
una comparecencia con su homólogo tunecino, Habib Ben Yahia, confundió los
términos islamista e integrista: "No deseo un gobierno islamista para el
pueblo iraquí porque no me parece un beneficio". Y corrigió, alertada
por un asesor: `Aquí hay una puntualización: hay gobiernos islamistas y
gobiemos islamistas, en un guiño hacia Turquía, "y cuando yo he dicho
que no deseo un gobierno islamista es un gobierno islamista extremista".
Ante el lío evidente, su colega tunecino pronunció la palabra que Palacio no
encontraba: "Integrista". "Integrista, exactamente",
remachó la ministra.
Horas antes,
el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rurrisfeld, había rechazado
la posibilidad de que en Iraq, después de Saddam Hussein, se instalaran los
islamistas en el poder. Precisamente su ahneamiento con las tesis más duras
de la Administración estadounidense es una de las labores de su gestión más
cuestionadas. De hecho, durante el primer informe del jefe de los
inspectores, Hans Blix, ante el Consejo de Seguridad de la ONU, el 27 de
enero, España, por boca de la ministra, mantuvo la posición más dura y
radical de los 15 miembros del Consejo y recibió los reproches de la oposición
y de su propio partido. A pesar de ello, semanas después, el 14 de febrero,
acudió a Nueva York y volvió a ser mucho más contundente que sus colegas:
esperaba un discurso ambiguo de Blix, como el primero, y pidió con
contundencia que se acabara con las Inspecciones a pesar de que el jefe de
estas alabó los progresos en la colaboración iraquí.
Tras esas
actuaciones, la lluvia de críticas arreció y algunos sectores del PP se
mostraban abiertamente partidarios de que Aznar relevara a Palacio:
"Demostró que le falta cintura poli", resume ahora un dirigente
popular. Con sus explicaciones, a modo de disculpa, la ministra empeoró la
situación: "No quise llevar nada escrito y, como estaba cansada, me
atasqué". La diplomacia española acogió perpleja esas declaraciones. El
Gobierno, desde La Moncloa, el verdadero Ministerio de Exteriores (ver
recuadro) salió al paso y matizó sus posturas. Y la propia Palacio, en Moscú,
admitió su error: "El Gobierno de España hemos (sic) tenido un fallo de
explicación y hay que reconocerlo", dijo.
Para acabar
del todo con la credibilidad de sus disculpas, la ministra volvió en marzo al
Consejo de Seguridad, esta vez con una intervención escrita, y volvió a
actuar conforme a la línea marcada por los halcones de
Wshington. Días después, la cadena Ser desveló los telegramas remitidos por
el embajador epañol ante Naciones Unidas, Inocencio Arias, en los que se
jactaba de su alineamiento con EE UU y de que sus posturas fueran más duras
que las del Reino Unido. Las explicaciones de Palacio se limitaron a,
anunciar medidas legales contra quienes difundieron la información.
Si Palacio
tuvo problemas a la hora de justificar el fin de la vía diplomática en Iraq,
no fue mucho más hábil a la hora de justificar la guerra. Tres días después
de que comenzara el ataque, declaró que en el desarrollo de la guerra había
"algunos indicadores que son relevantes". Y precisó: "Las
bolsas han subido y el petróleo ha bajado. Ya los ciudadanos pagan unos
céntimos menos por la gasolina y el gasóleo. Eso son datos".
En esas
mismas declaraciones llegó a insinuar que, una vez en marcha el conflicto¡
los españoles lo apoyaban: "Se ha ido matizando (la oposición al
ataque), porque las manifestaciones han ido bajando en número y los sondeos
de opinión están modificando su resultado. El problema gravísimo es que las
manifestaciones las están secuestrando grupúsculos de violentos
antisistema"'. El día antes, cientos de miles de ciudadanos habían
salido a las calles y el debate estaba centrado en la violencia policial.
Las
justificaciones de la guerra han sido un calvario para Palacio, que en el
Senado, días después de la muerte de Julio Anguita Parrado y José Couso,
llegó a acusar a la oposición de no acordarse Me los mil muertos que ha
habido estos días en la República del Congo, porque no hay muertes de primera
y de segunda". Dos semanas después una periodista le preguntó por las
gestiones que la diplomacia española estaba llevando a cabo en el Congo. Su
respuesta: "La preocupación mía es una preocupación por todas las
víctimas. En estos momentos hay algunos conflictos, algunas crisis, que
reciben una mayor atención; pero no es una mayor atención por parte de los
gobiernos, que tenemos la que corresponde en cada caso y contextos e
instrumentos, sino que es una mayor o menor atención por parte de los medios.
Me van a perdonar, pero me tengo que marchar porque es que, si no, pierd o el
avión".
Esas palabras
no extrañaron a nadie, después de que Palacio quitara importancia al
asesinato del cámara de Telecinco José Couso por las tropas estadounidenses y
asegurara que su muerte "no tiene entidad para condenar a un país (EE
UU)".
Aunque sus
mayores tropiezos han sido en la gestión de la crisis de Iraq, Ana Palacio
dejó clara su tendencia al error desde su llegada al cargo. El 14 de julio de
2002 descartó una intervención armada en el islote de Perejil porque
"uno sabe dónde empieza pero no dónde termina". Tres días después,
"al alba y con viento duro de Levante", según el responsable de
Defensa, Federico Trillo, la Legión tomaba por la fuerza la roca. La
ministra, recién llegada, debió quedarse perpleja. Lo mismo que le ocurrió
tras el accidente del Prestige, "Cuando vi la fotografía del
satélite de cómo está ese corredor (el pasillo marítimo frente a las costas
gallegas) yo he dicho que parecía la M-30".
A pesar de
todo, de ser cuestionada por su propio partido y de apenas contar con más
apoyos que el de Aznar, Ana Palacio está orgullosa de su labor en la
cancillería: "La posición internacional de España es, en el momento
presente, y este es el balance final de siete años de gobierno del PP, la más
relevante que hemos conocido desde hace tres siglos", aseguró durante
una conferencia hace unos dias.
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