Ha muerto un hombre bueno, un hombre coherente, comprometido políticamente con los más débiles, magnífico escritor pero, sobre todo un hombre bueno que vivió conforme a estrictos principios éticos alejados de la moral hipócrita, de sacristía. De los muchos elogios recibidos en vida y ahora en su muerte sin duda el más elocuente ha sido el que la Iglesia Católica, por medio de ese libelo que es L`Obsservatore Romano, le ha rendido en un artículo que tiene más de diatriba que de serena reflexión sobre las posturas ideológicas de una adversario. El espíritu de la Inquisición permanece en la Iglesia y de vez en cuando emerge con renovados brios para confundir, difamar ya que ahora no puede quemar en la hoguera al disidente. En todo caso el que la Iglesia Católica dedique un ataque dialéctico a una persona es tinte de gloria para ella. Ya tenemos otro motivo para tener sana enviada a nuestro querido Saramago.
Como humilde homenaje al autor quiero traer a colación la anécdota que se cuenta cuando con ocasión de la concesión del Premio Nobel un periodista pidió su opinión al respecto a Esperanza Aguirre, a la sazón Ministra de Cultura del primer Gabinete Aznar. La intelectual Aguirre, digna representante de la derecha más cerril e inculta, respondió:" No he leido nada de la señora Sara MAGO".
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