lunes, 19 de abril de 2010

A vueltas con la crisis económica II.

Señalaba Karl Marx en su Contribución a la crítica de la economía política que "La tendencia hacia la creación de un mercado mundial está dentro del concepto mismo del capital". Es pura evidencia, casi una obviedad, que la fase de desarrollo del capitalismo que padecemos viene marcada por el fenómeno denominado "Globalización" o "mundialización". Lejos quedaron los tiempos del capitalismo mercantilista de las ciudades-Estado italianas, de la Revolución Industrial, de la colonización con el "caballero industrial" como empresario, un capitalismo en fin patrimonial y familiar. Le sucedió el capitalismo de gran empresa, con el correspondiente culto al progreso y la correlativa subida de los salarios que permite hablar del ascenso de buena parte de los trabajadores occidentales a la clase media. Son los tiempos del director de empresa, del ejecutivo desvinculado de la empresa familiar, del Estado-Providencia, del keinesianismo, de la expansión de la clase media y dura hasta la crisis del petroleo de 1.973. Ahora nos encontramos en la "tercera edad" del capitalismo, con los jefes de proyecto o fabricantes de redes como figuras estelares que dirigen las empresas multinacionales que trascienden, en su actuación, a las fronteras interestatales, su nota característica es la autonomía adquirida por le esfera financiera sobre la producción económica propiamente dicha. El capital es en buena medida especulador, no industrial y lo confirma un simple dato: la masa monetaria que circula hoy en el mundo supone más de quince veces el valor de la producción. Dicho en otros términos, estamos en presencia de una auténtica burbuja financiera que, como es sabido, ha explotado generando la crisis económica a que se refiere el encabezamiento de esta entrada.
El capital, fiel a su estilo depurado, ha solicitado ayuda a los poderes públicos para solventar sus problemas y los Estados han acudido una vez más a la llamada poniendo a disposición de las entidades financieras ingentes cantidades de dinero para intentar paliar la quiebra de aquéllas con los consiguientes costes de toda índole sobre los que nos referiremos en otra "entrada". Baste señalar que el mantenimiento de la cohesión social ha comportado un incremento desmesurado del déficit de las cuentas públicas, déficit agravado por la caída en la recaudación de impuestos tanto directos como indirectos lo que pone de manifiesto la inviabilidad de una salida de la crisis con recetas de derechas, salvo que se piense en dar salidas a costa de las rentas de las clases mas desfavorecidas. Volveremos sobre ello.

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